05

Ago

2025

Primera promoción de Educación recibe clase del recuerdo de Carmela Aspíllaga

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Después de 35 años, la primera promoción de la Facultad de Ciencias de la Educación regresó al campus para compartir una clase inolvidable con su primera decana y maestra fundadora, la doctora Aspíllaga.

Por Aisa Serrano Caballero. 05 agosto, 2025.

El sábado 2 de agosto, más de 30 integrantes de la primera promoción (1986) de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Piura llegaron desde distintas ciudades de Piura, Lambayeque, Lima y una de España, para vivir un reencuentro significativo: sus Bodas de Coral, como egresadas de esta casa de estudios.

Treinta y cinco años después, regresaron a Campus Piura, el lugar donde se formaron como educadores, para compartir una emotiva clase del recuerdo, impartida por una figura emblemática de su formación: la doctora Carmela Aspíllaga Pazos, primera directora del programa de Educación y maestra fundadora.

El ambiente estuvo cargado de alegría, nostalgia, sonrisas y abrazos largamente esperados. La jornada comenzó con las palabras de bienvenida de la profesora Milagros Ramos, actual vicedecana de la facultad, quien recordó la importancia de conservar los lazos con la universidad y valoró la trayectoria de quienes marcaron el inicio de esta casa de estudios.

Acto seguido, la doctora Aspíllaga, con la misma pasión que la caracterizó en sus años de docencia en la UDEP, ofreció una clase magistral. Fue mucho más que una cátedra: fue una conversación íntima, una guía reflexiva y un homenaje al rol del maestro en la sociedad. 

En su exposición, recordó a los educadores que ser profesor es una forma de dejar huella en la vida de los estudiantes. “Un buen maestro debe tener tres virtudes esenciales: debe ser competente en la materia que enseña y saber transmitirla; debe vivir con coherencia, es decir, alinear su vida con sus valores; y debe ser ejemplar, alguien cuyo testimonio de vida inspire”.

Luego, profundizó en la esencia de la enseñanza, describiéndola como “un acto de libertad y confianza”. Enseñar, dijo, no es adoctrinar, sino “contagiar las ganas de aprender, despertar la curiosidad, invitar a pensar por cuenta propia”. Para ella, educar es un arte de acompañamiento y respeto por la individualidad del alumno, es construir juntos el deseo de saber.

Entre anécdotas y principios pedagógicos, destacó dos cualidades imprescindibles para todo educador. La primera es la psicología positiva, que definió como “una actitud interior que permite ver el lado bueno de las cosas y sacar provecho de ello profesionalmente, porque ese optimismo estimula hacia el bien verdadero”. Esta disposición, dijo, “abre caminos a la esperanza y al amor al servicio que prestamos como docentes”. La segunda es la armonía vital, una coherencia profunda entre lo que se cree, se piensa, se quiere, se dice y se hace. “Cuando una persona vive con esa integridad, afirmó, transmite equilibrio, seguridad y verdad en su labor”.

La clase del recuerdo no solo reunió saberes, sino también afectos. Acompañaron esta jornada entrañables figuras de la historia institucional de la facultad: Pablo Pérez, padrino de la promoción; las profesoras Nelly Trelles, María Luisa Sánchez, Luzmila Flores y Milagros Ramos; Aurora López, secretaria en los primeros años de la facultad; y, Amelia Garzón, también, administrativa de la UDEP, en aquellos años.

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